miércoles, 31 de octubre de 2007

Cosas del Transporte Público

Maniatica como soy, tiendo a ponerme a la defensiva al primer roce con el resto del mundo en ambientes pequeños y hacinados, también conocidos como Subte, Colectivo y/o Tren en hora pico.
Estos lugares me ponen especialmente histérica porque, según la sesión de terapia de hace algunas semanas, alli encuentro la diferencia, cosa que al parecer no soporto/tolero (puede ser pero todavia no lo acepto). Pero dejando de lado las actitudes más o menos molestas (ej: roces libidinosos, olores corporales de todo tipo, empujones apurados de gente que no puede calcular el tiempo suficiente que le llevará salir del último asiento de la última fila, y entonces debe saltar/atravesar a catorce personas para llegar a la mal ubicada puerta del medio), lo que suele colmar mi bajo límite de tolerancia es la mala educación y el hacerse el boludo para sacar la "ventajita" tipicamente criolla: Hacerse el dormido y que otro le dé el asiento al viejo/a, embarazada o infante de turno. Hoy me pasó una vez más: Estoy comodamente sentada del lado de la ventanilla (ubicacion estratégica para no ser apoyada por los que van parados, pero en peligro de que se me duerma encima el compañero de banco), escuchando buena música, leyendo un buen libro, cuando Lo veo subir arrastrando toda su frágil y ya enclenque humanidad. Miro hacia un lado y al otro, hacia adelante y al costado (aclaremos que ocupo el asiento número 12 si contamos desde la máquina expendedora todas las oportuninades de que alguien también lo vea y se pare antes que yo) pero al parecer, dormirse espontaneamente o mirar cosas interesantisimas en las vidrieras de tribunales son cosas que no pueden evitarse o postergarse para mirar quién acaba de subir y lucha por mover la pierna izquierda para dar su tercer paso. Pienso "puedo no darle el asiento si no quiero, aparte hay otros 6 asientos de uso prioritario para gente mayor, pero nadie le da bola, a nadie le importa, y él no lo pide, yo si soy él empiezo a hacer una escena digna de Esperando la Carroza". Pero no hay ningún cambio. Me decido y alargando mi brazo y torso unos 80 centímetros, le toco el hombro y con un gesto le ofrezco mi asiento. De repente, por obra del espíritu santo, todos se deshacen en reverencias hacia la ancianidad, lo ayudan a asirse, le ofrecen el brazo pero nadie su propio asiento, sino que lo conducen en ejemplar procesión hasta el trono ofrecido por la boluda del colectivo. O sea yo. Una vez más.

sábado, 20 de octubre de 2007

.2.

Sad days on this land of coffee eyes
and frozen yellow skin that it`s no longer touched
by the big old prince charming with the rusty armor.

A part of the brain wouldn`t recognize the empty space by the bed yet,
and the freezing cold that penetrates the soul
as she smells the pillow of her once-upon-a-time lover.

And she keeps on dreaming of him,
feeding the illusion of finding him by her side
to blow her nightmares away.

But he is not.

And the nice dreams come every night so it`s more difficult
for the heart to let the prince go, dragging his broken sword.

D.

domingo, 14 de octubre de 2007

.1.

Acá les va una pretenciosa pseudo-presentación.
(Todo debería tener una introducción, así, si la peli parece un bodrio, uno se levanta a tiempo y se va bien lejos).

Introducing myself

Salgo de mi casa-tumba para dejar entrar un poco de sol, smog y nicotina en esta mi cabeza racional hasta lo antinatural. Con Fiona Apple a mi izquierda y PJ Harvey en la oreja derecha, empiezo a filmar mi propia Sinfonía Agridulce por Corrientes a la hora del almuerzo junto a miles de prolijos empleados de bancos y otros miles de púberes agentes internacionales de call centers. (A quien corresponda: Si alguien quisiera reclutar miembros para desatar la tercera guerra contra el imperialismo yanqui empiece aquí su proclama y sírvase de estos más que dispuestos jóvenes bilingües que odian su trabajo en general y a su supervisor en particular).
Autoproclamada adolescente cosmopolita y posmoderna, estoy orgullosa de haber nacido en la París de Latinoamérica mejor vendida por publicidad fraudulenta; por acostumbrarme a no conocer ni saludar a nadie en las veredas periféricas y regodearme en mi acolchonado ostracismo; por naturalizar la idea de que no volveré a cruzarme con ese chico que mantiene el contacto visual a medida que se acerca, ni mucho menos con los por lo menos seis que me vieron tropezar con la inoportuna baldosa al tiempo que mi glamour de Tengo-todo-absolutamente-controlado, muta en un Tierra-tragame-de-un-solo-bocado.