jueves, 22 de mayo de 2008

el insoportable sopor de la abulia

Luego de mil y una entregas me fuerzo a sentarme (pateando nuevas entregas) y escribir acá sin admitir todavía que necesito escribir.
Me encuentro con los mismos hábitos esquivos (ver aquí) que me truncan el flequillo para postergar responsabilidades y ocho páginas después de la automutilacion, me reflejo en la descripción capilar-estilística de uno de los personajes del libro de turno.
Encuentro nuevas razones para llorar y reir y amar de nuevas formas.
Me reto por no aceptar que podría hacer algo con ciertas ganas de escribir algo pero me escapo admitiendo no tener qué contar y sólo disfrutando la concatenacion de sonidos (pervirtiendo todo trascendental sentido alguna vez sentido por algún escritor). Me escudo y huyo de las inscripciones a talleres literarios con prejuicios para los dictadores que dictan esas clases y a los obedientes que obedecen esos regimenes. Me aseguro de esconder todo lo que alguna vez escribi llorando o vibrando y hoy me averguenza (minimizando toda expresion de sentimiento como un falso artilugio de palabras escogidas incorrectamente). Me deprimo por la comparacion con todas las formas expresadas por otros y me recluyo en la cruel soledad de mi depreciación.

Disculpas a la gente que me gusta como escribe.